EL VIVERO.-
La vida del manzano comienza dentro de los viveros o criaderos, y éstos lo son aquellos terrenos previamente preparados y adecuados para la multiplicación, por medio de semillas o injertos, de los árboles destinados a las futuras plantaciones. Las semillas deben de proceder de frutas maduras, de otro modo, y aún en el caso de que llegasen a germinar –lo cual es muy poco probable- producirían plantas débiles. La semilla se recoge separándola de la pulpa, para evitar su fermentación y ardor, ya que en la pulpa de los frutos existen inhibidores que impiden la germinación.
Nunca se debe hacer la siembra de frutos enteros. Para separar la pulpa de la semilla se machaca bien la manzana, y ésta compota se pasa a una tina con agua y se agita todo ello durante algún tiempo. Las semillas útiles, apropiadas para la siembra, se precipitan al fondo, mientras que las defectuosas, juntamente con la pulpa, flotan sobre la superficie. Se recomienda, para mejores resultados, sucesivos lavados y decantaciones.
Una vez seleccionadas las semillas debe procurarse, para su conservación, que no se sequen en exceso, lo cual se consigue, o bien envolviéndolas en un trozo de arpillera, al que se le aplica algún otro ligero toque de regadera, o bien se las introduce y conserva dentro de arena semi-seca.
Algunos lagareros para conseguir nuevas plantas de manzano, utilizan el buruyu, es decir los residuos de la magaya, donde están contenidas las semillas de las manzanas exprimidas. Esta buruyada se siembra y cubre con una ligera capa de cuchu. Se utiliza igualmente tal producto para preparar vivero. Estos viveros o criaderos prefieren tierras que estuviesen bien aireadas, sueltas y profundas, resultando muy buenas aquellas en las que anteriormente se hubiesen cosechado patatas, maíz, fabes o cosa parecida. Los últimos días del invierno, o los comienzos de la primavera, enmarcaran la época más idónea para realizar la siembra, la cual debe hacerse tan densa como superficial – cubriendo las semillas tan sólo con ligeros pases de rastrillo – para que las plantas adquieran un desarrollo rápido que a la vez impida la aparición de malas hierbas; en caso de que éstas surjan, se les arranca a mano dura, pero sobre todo a mano, que aquí no cabe herramienta. Cuando las plantas hayan nacido, si su densidad es excesiva, se procede al repique o trasplante, así podrán disponer de suficiente espacio para su desarrollo.
EL INJERTO.-
En algunas zonas, un gran porcentaje de árboles se plantaban sin injertar. Los paisanos preferían estos árboles porque, en su opinión, además de ser más productivos, robustos y resistentes a las enfermedades, alcanzaban mayor desarrollo que los injertados. Pero esto no es costumbre generalizada. Normalmente la planta resultante de la semilla, se emplea como porta-injerto, ya que los árboles resultantes de estas plantas presentan características muy distintas a la planta madre, siendo necesario recurrir al injerto para conseguir la variedad deseada.
Los injertos, normalmente, se realizan en el criadero a los dos o tres años de nacida la planta. Se denomina inxertar, a la operación de unir íntimamente, o insertar parte de una planta en otra, de manera que ambas queden soldadas y se desarrollen juntas. La parte de la planta a la que corresponden las raíces se llama porta-injertos o patrón, y, el trozo de tallo, de la variedad que dará origen a las ramas, injerto.
LOS MASTIQUES.-
Cuando el injerto se realice, aparte precipitaciones y chambonadas, para obtener un mínimo de éxito se debe, por lo menos, tener presente que la operación necesita de época oportuna, y que las zonas vivas de ambas partes estén en íntimo contacto. Para lograr esto último, injerto y patrón se amarran fuertemente mediante ligaduras y, dependiendo del tipo de injerto, la zona operada se recubre toda ella con un mastique. Los mastiques son pastas o mezclas de sustancias, que el mismo fruticultor puede elaborar en su propia botica. He aquí un buen par de fórmulas para su aplique en frio:
Una: Resina cuatro partes
Cera virgen dos partes, Sebo una parte.
Otra: Resina cuatro partes
Cera virgen dos partes, aceite de linaza una parte.
En ambos casos se puede añadir una pequeña porción de pez negra con objeto de que su color absorba los rayos solares haciendo que el mastique se funda más herméticamente. A falta de pez negra puede recurrirse a las cenizas de cualquier tipo de carbón vegetal.
Caso de optar por la vía cálida, el pringue, como los buenos potajes, se prepara a fuego lento y se aplica en tibio, para ello otro buen par de fórmulas:
Primera:Cera virgen cuatro partes
Parafina una parte.
Segunda: Pez negra seis partes
Resina seis partes
Cera virgen una parte
Sebo una parte
Alcohol una parte.
No obstante, si por parte del oficiante no existiesen reparos con cierto tipo de manipulaciones, se puede recurrir a una fórmula más sencilla con la que sin tanto engorro se obtienen parejos y exitosos resultados: se llama tal mastique boñica o moñica, subproducto de vaca, al cual, en ocasiones, se le adiciona arcilla o greda.
TIPOS DE INJERTO.-
Dispuesto el mastique y prevista la herramienta necesaria, puede procederse al injerto, el cual, según gustos y necesidades, puede practicarse bajo diversas modalidades. Voy a referirme únicamente a tres tipos que por su eficacia y sencillez bien pueden cubrir las atenciones que al respecto la pomarada requiere.
Injerto de yema o escudete.
El más perfecto, rápido y sencillo es el inxertu de yema o escudete. Se utiliza con preferencia para árboles de vivero, pudiéndose, sobre la misma vara del patrón, injertar uno o varios escudetes. Se hace así: en la parte más lisa del tallo se practica un corte horizontal de dos a tres centímetros, y otro vertical de unos tres centímetros que parte del centro del primer corte; ambos deben aparecer formando una T.

A continuación se levantan las cortezas y se introduce la yema. El injerto se amarra únicamente con ligaduras, no siendo necesario la aplicación del mastique. La primavera resulta buena época para la práctica de este injerto, ya que la sabia permite levantar fácilmente las cortezas provistas con sus correspondientes yemas. Cuando brote la yema, el patrón se descabeza unos centímetros más arriba del injerto, dejando el tocón a modo de tutor, para poder atarle el brote, – si fuese necesario – . No obstante, al terminar la estación de crecimiento, el tocón se suprime a ras por encima del injerto.
Otro injerto sencillo es el de cachao o púa simple.


Se realiza en primavera después de que los árboles hayan movido la sabia, y para ello se utilizan varas que como mínimo contenga cuatro yemas. El patrón se corta transversalmente a la altura deseada, rebajando horizontalmente la parte superior del corte, en la que se práctica una pequeña hendidura vertical. Para la preparación del injerto se corta la púa por la parte superior sobre una yema, y por la parte inferior en doble arista con forma de cuña. Esta cuña se introduce en la hendidura practicada en el patrón y luego se amarra con una fuerte ligadura. En este caso se precisa del mastique el cual debe cubrir todas las partes vivas del injerto.
Injerto de corona.


Y un tercer injerto, también de primavera, que normalmente sólo se utiliza para injertar ramas gruesas o restaurar árboles viejos, es el que se denomina inxertu de corona. La púa ha de introducirse entre la corteza y la madera del patrón; en este caso no se hiende la madera, procurando que el daño sea mínimo. Como el injerto anterior, se liga y protege con mastique. Para defender las púas de los pájaros puede colocarse un mimbre o cosa parecida en forma de arco que se sujeta con la misma ligadura del injerto.
EL TRANSPLANTE.-
Al cabo de un año, la planta injertada se puede arrancar y llevar a su sitio definitivo. Cuando se trata de un árbol joven, conviene evitar en lo posible lastimar las raíces principales. Los hoyos se cavan con dos o tres meses de antelación, y, cuanto mayores sean, más facilidad encontrará el plantón para desarrollar sus raíces y menos el riesgo de asfixia por falta de aireación y exceso de humedad. Cuchase el terreno, cuidando que el estiércol no quede en contacto con las raíces. En el fondo del hoyo se dispone tierra desmenuzada de buena calidad, procedente de la parte superior del suelo, y sobre esta capa se coloca el árbol de forma que el injerto sobresalga sobre el suelo, Las raíces deben colocarse bien desplegadas y en su posición normal. Después se acaba de llenar el hoyo y se aprisiona ligeramente, colocando seguidamente una estaca o tutor al cual se sujeta el árbol. Más tarde, durante la primavera se echa estiércol y se podan las varas a conveniencia.
Algunos paisanos plantan el árbol sin injertar, operación que realizan en situ al año siguiente mediante injertos de púa.
LAS PODAS.-
Cuando el árbol se trasplante, deben de podarse las raíces mutiladas, y recortar o despuntar aquellas que pareciese oportuno. Para equilibrar el desaguisado, se hace imprescindible la poda de las partes aéreas del frutal, con lo cual se pueden prestar al árbol forma regulares y convenientes.
Las restantes y sucesivas podas se suelen efectuar en invierno, durante el reposo de la sabia, pudiendo ejecutarse desde la caída de las hojas hasta la aparición de los brotes tempranos. Con ello se conseguirá regularizar la producción del fruto y aumentar el volumen y calidad del mismo. Cualquiera que sea el sistema que se utilice para podar, debe de tenerse en cuenta que los cortes siempre se efectuarán cerca de una yema, a fin de que no quede tocón –sin embargo, para no perjudicar a la yema, hay que dejar por encima de ella unos dos milímetros por lo menos- y tales cortes, se harán en sección ligeramente inclinada hacia el lado opuesto de la yema, procurando no dejar un bisel vivo. Para todo esto es preferible servirse de la podadera que de las tijeras, pues estas aplastan las ramas, sobre todo sin son gruesas, haciendo más difícil la cicatrización de la herida. (Hoy día las podaderas son tijeras con un mango muy largo) En fin, lo digo por si algún desmembrador conspicuo de tales razones quisiera hacer uso, pues, salvadas apariencias, nuestro querido ñudosu, tosco y malformado manzano, es árbol muy delicado él; lo saben bien los bichos.
PLAGAS DEL MANZANO.-
a) Pulgón lanigero.
Y de bichos va ahora el tema. El manzano es una de las especies frutales más vulnerables a toda especie de insectos y enfermedades, y no es falacia ecologistérica local lo que me mueve a decir esto, veamos tres o cuatro ejemplos, de insectos que atacan al manzano.
El pulgón lanudo, alias Erisoma Lanigerum, se presenta bajo los aspectos, con alas o sin ellas. A estos últimos se les distingue por tener el cuerpo recubierto de una sustancia cerosa en forma de algodón. El bicho ataca principalmente sobre las hojas, ramas y raíces, alimentándose exclusivamente de los jugos del frutal y dando lugar a la formación de chancros o tumores. Antiguamente se les repelía mediante una mezcla – bastante líquida – compuesta de cal, naftalina y un poco de petróleo, que se aplicaba a brochazos sobre las partes afectadas.
b) Barrenillo o taladru.
Otro elemento de cuidado es el barrenillo o taladru o sea Zeuzera Pyrima. He aquí su ficha: son las orugas de aproximadamente cinco centímetros de longitud, cabeza negra y cuerpo de color amarillo salpicado con numerosos puntos negros. Las mariposas, del tamaño aproximado al de las orugas –aparte fuselaje- aparecen a finales de Junio o primera quincena de Julio. Tienen alas blancas con puntos oscuros y un cuerpo peludo en el que igualmente se combinan tonalidades claras y oscuras. Antes de sus respectivas metamorfosis, estos vermiformes variopintos, forman galerías en el interior del manzano, minando los troncos y las ramas, Para su exterminio, se utilizaba un simple alambre que se introducía por los orificios que practicaban en la madera del árbol.
c) Cortabrotes.
El cortabrotes, latínico Rhynchites Caeruleus, preséntase del tamaño de unos tres milímetros de longitud y brillantemente coloreado en azul. Las hembras hacen sus puestas en los brotes tiernos, en orificios que abren a golpe de pico. Para evitar que la sabia del árbol ahogue a las jóvenes larvas, los adultos cortan los brotes inmediatamente por debajo del lugar donde se ha realizado la puesta. Los antiguos extendían una tela sobre el suelo debajo del árbol, y después de sacudir vigorosamente las ramas, despachaban cuantos insectos ca
d) Librea
A la oruga librea, Malacosoma Neutria sin más, se le conoce por su estilo y disfraz, al que alude el apodo, y de tal forma son corrosivas sus costumbres, que pueden dejar el árbol tan pobre como de vestir. De momento basta de bichos, aunque por desgracia, las calamidades del manzano no terminan con ellos.
Enfermedades del manzano.
Está expuesto el árbol a una serie de enfermedades, entre las más notorias el cáncer o chancro, que se puede presentar bajo dos aspectos. El más frecuente y fácil de diagnosticar, es aquel que origina primero unas depresiones en la corteza, cada vez más acusadas que se ennegrecen y arrugan en zonas concéntricas, elípticas, hasta formar una llaga cuyos bordes son abultados, quedando deprimido el centro, para terminar, con el paso de los años, la madera al descubierto. Si el chancro se produce en las ramas delgadas, las rodea totalmente y acaba por secarlas.
Otra vicisitud cancerosa, es el chancro papiráceo, en este caso la corteza revienta en una superficie que en ocasiones es bastante grande. Lo de papiráceo le viene al susodicho, porque la corteza aparece formando láminas muy delgadas, como hojas de papel encuadernado y que, en parte, quedan separadas de la herida.